lunes, 12 de septiembre de 2011

¿SOMOS MERCADO?

Cuando, durante el gobierno militar, se instalaron los Chicago Boys y comenzaron a experimentar con la banca y los ciudadanos chilenos su modelo neoliberal, ¿Qué posibilidades había de expresar disentimiento? Sin representación en el Congreso, sin libertad de prensa ni derecho a voto, las personas habíamos aprendido a movernos en la lógica de “es mejor no meterse en nada y trabajar callado”. Aún hoy , frente a las manifestaciones sociales , existen importantes rostros políticos de derecha que indican que cualquier costo humano o material se habría evitado de quedarse “tranquilito en casa sin marchar”. Es decir, se vuelve a avalar esa frase tan usada en plena dictadura para justificar abusos en Derechos Humanos “Algo habrán hecho, blancas palomas no eran”,como si el mero hecho de expresar tu opinión fuese algo malo.


Durante décadas asumimos callados un modelo económico que en cada etapa de instalación significaba también una instalación del “ser”: la competencia, el camino propio y el individualismo frente al trabajo en equipo, la solidaridad y el bien común.

Durante décadas esperamos un famoso chorreo que no llegó.

Fuimos creciendo en este silencio porque así habíamos aprendido a ser ciudadanos, viendo cómo son electos congresistas que tienen menos votos que otros que quedan en el camino, cómo personas que no han hecho un buen trabajo de ministros asumen y son senadores, cómo aquellos que han protagonizado escándalos públicos años después dan cátedras de moral y ética a la ciudadanía.

Sin embargo, cuando aparecen estos nuevos ciudadanos, estos jóvenes movilizados que han sido educados en el mismo modelo,pero que sufren directamente las consecuencias de la libertad económica desenfrenada, que ven hipotecados sus anhelos de un futuro más próspero por los intereses de la banca , hacemos la reflexión que debimos hacer décadas atrás, cuando tuvimos la oportunidad y no fuimos capaces de aprovecharla:

¿ Somos mercado?

La respuesta de estos jóvenes y de la sociedad entera es concreta, sólida y profunda: no somos mercado, no nos gusta el sistema y no debió instalarse e imponerse sin que quienes íbamos a ser afectados por él pudiéramos expresar nuestro rechazo. La sociedad que queremos es más libertaria, más justa e inclusiva. Queremos que el mercado sea regulado para que no termine por ahogar al ciudadano aquel al que debe proveerle bienestar. Porque ese es el fin último del asunto, ¿no? La economía debe estar al servicio del logro del bien común, que es el bienestar y el progreso de todos y de todas sin exclusiones.

Creo que estos jóvenes nos indican que llegó el tiempo de que el ciudadano construya el país que sueña y que le fue arrebatado hace décadas por imposición. Ahora es tiempo.