martes, 15 de julio de 2014

Poniendo amor en cada pequeña cosa

Leí a unas queridas amigas comentar su agotamiento frente a las labores de la casa. Es un tema de frecuentes manifestaciones de desagrado entre nosotras y también me hacía parte de esa queja ,hasta que ocurrió algo que modificó mi manera de ver el asunto.
Verán, cada día vivía esa lata de pensar en la comida, las colaciones, los uniformes, la ropa ,las mochilas...y era una cosa sin fin, porque un día sucedía al otro. Como es bien sabido, los hombres tienen un beneficio en este tema: ellos "ayudan". Claro, colaboran "en la medida de lo posible".
Si bien es cierto no quiero replicar clichés, en la mayoría de los casos puede ser así. Mi horario de trabajo, por ejemplo, es menos extenso que el de mi compañero así que evito dejarle el peso de la mayoría de las tareas del hogar. Sin embargo, si no quiero,si estoy cansada, si no ando de ganas incluso, le digo y él asume. Así, a veces ocurre que nosotras no aceptamos repartir la pega y queremos hacerlo todo solas,lo que es un error. Podemos acordar y compartir las tareas y aceptar que el otro tendrá su propio sistema y respetarlo, no ser una bruja que reclama,le ayudan y más encima critica (¿les suena eso?).
Ahora, al meollo del asunto.
Hace un tiempo escuché una conversación en la que mis hijos comentaban con sus amigos lo queridos que se sentían por su mamá (es decir: Yo!!). Le decían a otros niños que cada día veían su ropa limpia, ordenada y planchada, con ricos aromas. Que siempre la colación llevaba una sorpresa adentro y que esperaban con ganas la hora de comer porque cocinaba CADA DÍA para ellos.Que les daba gusto pensando en compañeros que a diario solo llevaban un sandwich preparado a la rápida o incluso por ellos mismos.
Semanas después tuvimos visita en casa,un amigo de los niños se quedó varios días. La primera vez que recibió su ropa limpia y planchada para guardar, miró con expresión de asombro. Después supe que jamás ni su papá ni su mamá se habían ocupado así de él.
Claro,no será eterno. Desde pequeños les anuncié que había una edad tope para recibir esos "beneficios", porque cuidarlos no quiere decir convertirse en mártir. Pero qué revelador fue comprender que lo que haces por los otros es importante y reconocido. Cosas pequeñas, que nos provocan hastío o cansan, al ser recibidas se convierten en acciones concretas que demuestran cariño y dedicación.
Desde entonces, cuando preparo sus cosas, pienso en cosas bonitas: en sus sonrisas, en la forma en que comen sus platos favoritos, en la sensación de agrado al vestirse con ropa perfumada. Me lleno de pensamientos positivos  de amor y todo parece que se hace mejor,más bonito y llevadero.
Seas papá,mamá, hija, hijo, amante o amado...dedica acciones a los demás,intencionadamente. Siempre será reconfortante y dará sentido a ciertas rutinas de la vida que a veces parecen no tenerlo.

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